martes, 25 de febrero de 2014

“Crucifixión de un gay”, la revancha artística de un chico al que arrojaron por un barranco

Fue el primer chico en salir del armario en Quesada, un pueblo de menos de 6.000 habitantes en la provincia de Jaén. Eso le costó que unos vecinos “cafres” le insultaran, le pegaran, y hasta le arrojaran por un barranco. Ahora ha sacado su lado más reivindicativo como modelo en una fotografía llamada Ecce Homo (Aquí el hombre) o La crucifixión de un gay, en la que muestra su cuerpo completamente desnudo, en posición de crucificado y con una corona de laurel en la cabeza. Hoy nos cuenta su historia a RAGAP.

Se llama David Salamanca, tiene 26 años, es agricultor y camarero, y fue la primera víctima de la homofobia en su comarca. “Me crucificaron”, nos confiesa. “Pero con estas fotos he encontrado la forma de contarle al mundo por donde yo pasé. Es una forma de contar a los jóvenes de hoy que lo hemos pasado mal, pero que afortunadamente estamos aquí. Intentamos reflejar el tormento y la represión a los que nos someten a miles de chicos gays en pequeños entornos rurales”, explica.

La fotografía forma parte una colección del fotógrafo de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) Txus Leal Tejada llamada Benditas locuras. De momento, la obra está expuesta en este pueblo, pero el propio David está intentando que también se muestre en el Museo Zabaleta de Quesada.

Txus Leal conoció a David tras ser nombrado “chico de Navidad 2013” en una web gay. Se puso en contacto con él para que formara parte del reportaje de fotos, como modelo de la colección “al estilo” del pintor italiano Caravaggio.

Era la primera vez que David posaba como modelo. En enero hicieron las fotos. Según nos cuenta, el propósito en un principio no era reivindicativo. “Txus me levantó los brazos para ponerlos en cruz y sacó la corona de laurel. Me hizo mirar para abajo, y tomó la foto”, narra David.

Enseguida encontraron sentido al enorme valor que tiene la imagen. “Cuando nos pusimos delante de la pantalla del ordenador a observar el resultado, vimos lo que habíamos conseguido”, añade. “Hacerme las fotos no era para pasármelo bien, era algo mucho más serio”.

David tiene claro qué decirles a quienes le acusan de provocar a la Iglesia. “La gente lo considera religioso porque a Jesucristo lo crucificaron. Pero no fue la única persona a quien clavaron en la cruz”, justifica.

El entorno más cercano de David reaccionó de forma diferente tras ver la fotografía. A su pareja sentimental le encantó: “A mí me parece precioso lo que has hecho”, le dijo. La opinión de su madre, en cambio, fue otra. Txus había borrado una cicatriz que tiene por encima del ombligo en la post edición de la foto. “Hijo, ¿no serás tú el de la foto, ¿no? No me gustaría que fueses tú”, le escribió ella en su muro de Facebook, donde también está colgada la foto. David se limitó a darle “me gusta” al comentario.

David vivió su infancia en Quesada. Su padre trabajaba en una empresa estatal de tala de leña, como encargado de selección de personal, y su madre se dedicaba a la agricultura y a las labores del hogar. Cuando acabó los estudios primarios, sus padres se divorciaron. Con nueve años se mudó a Almería, y con 20 regresó al pueblo. Cuando con 21 años salió del armario, no se lo tomaron bien. “Él decía que no era mi padre, y mi madre se preguntaba qué había hecho ella para merecer esto”, cuenta David. “Se me fue la cabeza, lo pasé realmente mal”, cuenta. A todo eso se le sumó la violencia que emplearon contra él algunos de sus vecinos, “los cafres” como él los llama, que hasta lo arrojaron por un barranco por el simple hecho de ser gay.

Con 23 años se mudó del alquiler a Úbeda, donde abrió Café 67 Copas, un local que él mismo definió como “liberal”. Al principio le fue bien, pero duró un año abierto. David habla sobre los que le rechazaron cuando salió del armario. “Cuando tenía el local y me iba bien, sí me pedían pasta. Pero cuando cerré, me dieron la espalda”, asegura.

Seis meses después de cerrar el local, se trasladó a Alicante, “después de dar un viaje por toda España de manera bohemia”, explica. “Necesitaba olvidar y empezar de cero. Lo que dejaba atrás en Jaén ya no volvería más. Me até las botas y empecé a caminar”, relata David.

Se instaló en la Fundación Salud y Comunidad de la ciudad de la Costa Blanca. La asistenta social y la psicóloga le ayudaron a dejar atrás aquel infierno. “En Alicante fui por primera vez a una sauna, y a un local con cuarto oscuro; al mes y medio me hicieron encargado del bar”, dice David. Ahora lleva las relacciones públicas de una discoteca.

David Salamanca está muy orgulloso de haber posado para esta sesión de fotos. “El mundo gay me ha acogido con los brazos abiertos y yo estoy muy agradecido”, nos confiesa. “Y en mi pueblo me han dicho que tengo la chorra muy grande”, dice entre risas.

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