domingo, 21 de septiembre de 2014

Orgullo de ser creyentes LGTB, sin armarios

Nos mintieron -y lo siguen haciendo- en nombre de la Biblia, del Corán, del mismo evangelio.

Quizás por defender su parcela de poder en la Iglesia-Poder-Estado, por mantener el control, por envidia de que tengamos la libertad y honestidad que ellos no se permiten; quizás por ignorancia, por no penetrar más allá de textos religiosos interpretados de forma literal y fundamentalista, por no ponerlos en su contexto histórico, así como no querer valorar la experiencia humana.

Si al Dios tribal descrito por las mentes limitadas por el entorno histórico del pueblo de Israel, según se ilustra en el Antiguo Testamento, le atribuían entonces acciones tan bárbaras como mandar matar a alguien que cortara leña en sábado, o apedrear a una mujer hasta la muerte si resultaba no ser virgen tras el matrimonio – la lista de textos bíblicos horribles podría ser bien larga -, los ya “conocedores” del Nuevo Testamento de  épocas más cercanas han seguido condenando, odiando, torturando y asesinando a personas cuya orientación sexual o identidad de género, entre otras, no les encaja con su ideal heteronormativo, en nombre de otro Jesús y otro Dios limitados y tribales.

Idólatras que quisieron y quieren hacer de su experiencia la definición de un Dios que no podemos definir, comprender ni abarcar en su totalidad, sólo, quizás tratar de entender sutilmente desde nuestra experiencia o ideas personales y parciales.

Sin embargo, el tiempo juega a favor de la razón y una verdad más objetiva, como ya se la dio a Galileo y a Servet, y como se la sigue dando a tantas y tantos. Y los que una vez nos ridiculizaban, ahora fácilmente son ellos los que ante la sociedad quedan en ridículo por seguir condenando, descalificando y agrediendo a quienes no encajamos en su ideal de sexualidad, familia o matrimonio.

¿Pero por qué, en lugar de rediseñar dañinos y tóxicos cursos para tratar de cambiar la orientación sexual no exploraron/an otros textos tan interesantes y reveladores como los que narran el amor homoerótico entre David y Jonatán o las palabras de Jesús de Nazaret indicando que ya no hay judío ni griego, que no hay esclavo ni libre ni hay hombre ni mujer, u otros, como Jesús sanando al amante del centurión, o haciendo del hombre que llevaba el cántaro una señal-guía para sus discípulos. Por la razón que sea no les conviene, prefieren seguir con sus prejuicios contra la plena igualdad de la mujer y las personas LGTB, no queriendo ser sensibles al Espíritu y abrirse a una dimensión mucho más amplia, diversa y profunda de la realidad de Dios y del ser humano así como permitir que las personas LGTB tengan vida plena y en abundancia.

Como dice mi amigo el obispo episcopaliano, profesor y teólogo John Shelby Spong en su manifiesto Here I Stand, “esa gente odia a los homosexuales y le tiene terror a la propia homosexualidad, pero saben que ese odio es incompatible con el Cristo que afirman profesar…La desigualdad para gays y lesbianas ya no es un asunto discutible, ni en la Iglesia ni en el Estado…”.

Por esto, porque como cristianas y cristianos creemos en un Jesús de Nazaret que nos muestra el rostro de un Dios no excluyente, madre, padre, amiga, amigo; un Jesús de Nazaret que ya dio la vuelta a casi todo en su época, retando a los poderosos, a los religiosos, dignificando a la  mujer, a los extranjeros, a los pobres, a los que pensaban, sentían o creían de forma diferente; porque creemos que ese Jesús de Nazaret hoy celebraría, sería parte, compartiría con personas LGTB, con matrimonios LGTB, con familias LGTB; por ello, podemos decir, gritar y sentir Orgullo de ser creyentes LGTB, sin armarios.

Por Aurelio L. G. en InfoCogam

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