lunes, 10 de noviembre de 2014

Intolerancia excluyente

Con profunda tristeza escribo esta breve reflexión. He dejado que pasara el tiempo suficiente para que mis sentimientos de indignación y rabia se calmaran; sin embargo, la tristeza y la pena permanecen. Tristeza y pena por el modo en que las iglesias presentes en la última Asamblea extraordinaria del Consejo Evangélico de Madrid, celebrado el pasado 7 de Octubre, han actuado.

Me pregunto si estas iglesias, queriendo dar testimonio de su amor por el evangelio de Jesús, no lo han menospreciado.

Desde mi punto de vista, al actuar como lo han hecho, ponen de manifiesto, no la verdad del evangelio de Jesús, (que es una verdad que nadie posee, pues es una verdad que todos sus discípulos perseguimos en el amor – Ef.4,15 ), sino una gran pobreza teológica, eclesiológica y ética.

Y como lo que pretendo con este breve artículo es suscitar el diálogo y la reflexión, no voy a analizar extensamente estos tres aspectos que he mencionado, sólo intentaré resaltar lo esencial de los mismos, dejando para un hipotético encuentro posterior, y en otro ámbito de comunicación, su estudio en profundidad.

Pobreza teológica. Como muy bien dice Máximo García en otro artículo publicado en Lupa protestante, se tardaron siglos en definir la doctrina de la Trinidad, y el resultado final fue fruto, entre otras cosas, de un gran esfuerzo de discusión y deliberación. Pues bien, utilizar un adverbio u otro es de suma importancia, y el que ha elegido el C.E.M. resulta, como mínimo, entristecedor; y copio el texto de su página web:

“Somos trinitarios en cuanto considerar la Trinidad como verdad central sobre la naturaleza de Dios, un ser único que existe simultáneamente como tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo”.

¿Cómo entender que el Padre existe simultáneamente como Hijo y Espíritu?, ¿y que el Hijo existe simultáneamente como Padre y Espíritu?, ¿y el Espíritu existe simultáneamente como Padre e Hijo?

Las definiciones teológicas no pueden ser fruto de la precipitación ni de la improvisación, y mucho menos subordinarlas a una disputa eclesial, y manipularlas como si de una ley penal se tratasen. ¡Qué tristeza!

Y qué tristeza de formulación. Decir que Dios existe “simultáneamente” en tres personas es subordinar a Dios al tiempo; mucho más correcto hubiera sido decir “eternamente”; ¿o es que la Trinidad es sólo la naturaleza de Dios “en el tiempo”? En esa misma dirección apunta el uso de la palabra “existir”: ¿nadie, en esa reunión, tenía conocimientos teológicos suficientes como para “alertar” de la pobreza e insuficiencia del uso de palabras temporales para hablar de Dios? Sospecho que no era ese el problema, que había personas con esos conocimientos; sospecho que lo más probable es que, lo que no estuviera presente en esa reunión, fuese un espíritu de “búsqueda de la verdad en el amor”.

Pobreza eclesiológica. No ya sólo porque, como muy bien apunta Máximo García en el artículo citado anteriormente, una estructura organizativa creada para fomentar la colaboración de las iglesias ha pretendido convertirse en una estructura eclesial, al estilo jerárquico católico-romano, (es lo que tiene combatir al “enemigo”, que uno termina imitando lo peor del mismo); sino porque incluso, como práctica eclesiológica atenta a los principios del evangelio, es de una gran pobreza moverse, como lo ha hecho el C.E.M. en esa asamblea, según los principios de “la dictadura de las mayorías”.

¿Desde cuándo las iglesias que siguen a Jesús han intentado resolver sus diferencias teológicas y éticas del modo en que lo ha hecho el C.E.M.? Nunca; no, al menos, las iglesias que se dejan guiar por el Espíritu de Jesús.

Lo que Jesús ensenó a sus discípulos fue a poner la unidad por encima de las diferencias, a valorar al todo por encima de las partes, a aceptar la complejidad de la realidad de la comunión por encima de los ideales de pureza “doctrinal”. El espíritu de la oración de Jesús sobre la unidad de los discípulos, “que sean uno”, creo que “ha brillado por su ausencia” en esa reunión.

Y una vez más creo que se pone de manifiesto una de las más graves carencias de nuestras iglesias: una profunda reflexión sobre el gran valor de la unidad que nos viene del evangelio de Jesús.

¿Hemos entendido lo que significa que el evangelio de Jesús nos propone una eclesiología de comunión? Sólo una eclesiología de comunión permite a cada iglesia ser libre y responsable frente a su Señor y, desde esa libertad y responsabilidad, relacionarse con las demás.

Pues bien, el C.E.M. ha menospreciado esa libertad y responsabilidad de cada iglesia frente a su Señor, y ha pretendido situarse entre el Señor y algunas iglesias, a las que pretende imponer una determinada doctrina o visión ética, ignorando los más elementales principios eclesiológicos que nos propone el evangelio de Jesús.

Eclesiología “de cuartel”, jerárquico-impositiva, parece el calificativo más apropiado para describir el modo de entender la comunión entre las iglesias que ha puesto de manifiesto el C.E.M. con su modo de enfrentar las diferencias entre las iglesias.

¿No hubiera sido más evangélico proponer, que no imponer, a nuestros hermanos que bautizan sólo “en el nombre de Jesús”, un proceso de diálogo, un ejercicio de verdadera comunión, mediante el cual ayudarles a entender que el bautismo “en el nombre de Jesús” era sólo una práctica inicial de algunas de las primeras iglesias cristianas, que después profundizaron en su práctica bautismal y llegaron a integrarse en “la Gran Iglesia”, que bautizaba en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo?

Al menos esto es lo que nos enseña la historia de la formación de “la Gran Iglesia”, en los primeros tiempos de la historia del movimiento de Jesús. Algo que hoy en día, se ha estudiado en profundidad y sabe todo aquel que tenga un mínimo conocimiento de este proceso.

El C.E.M. ha ignorado y menospreciado esta eclesiología de comunión que permitió el desarrollo, crecimiento y comunión de iglesias diversas, tanto en lo teológico como en lo ético, y que desembocó en la formación de “la Gran Iglesia”, lo que ha permitido que el evangelio llegue hasta nuestros días, a pesar de los graves pecados que han asolado a las diversas iglesias de Jesús a lo largo del tiempo.

Pobreza ética. Intentar deshacer el “nudo gordiano” de la homosexualidad con la “espada afilada” de las mayorías, solo sirve para poner de manifiesto una gran pobreza ética.

También en lo ético es necesario el diálogo y la comunicación entre las diversas posturas existentes hoy en día en las iglesias.

¿A cuántas iglesias, a cuántos teólogos, con una visión diferente a la suya, ha permitido el C.E.M. exponer sus razones teológicas, éticas y bíblicas, antes de pronunciarse en el sentido en que lo ha hecho? ¿o más bien esta “imposición” es fruto del miedo y de la inseguridad acerca de los fundamentos de su propia visión?

Esta imposición ética sobre la homosexualidad, ¿es fruto de un proceso paciente y sereno de discernimiento, o es más bien el resultado de la cerrazón y la ceguera…? y es que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.

Me temo que nadie podrá informarme de esas extensas deliberaciones teológicas, éticas y bíblicas que posicionarse sobre “el nudo gordiano” de la homosexualidad exigen; y que una vez más el C.E.M. habrá actuado movido, no por su amor al evangelio de Jesús, sino por el miedo y la inseguridad ante el diferente.

Pobres motivaciones para abordar un tema tan importante y de tanta trascendencia, y en el que están en juego, no sólo los derechos de personas marginadas y despreciadas durante toda la historia, sino la comunión con otras iglesias.

Al levantar “murallas”, posiblemente podamos sentirnos más seguros y tranquilos, pero por desgracia, muchas veces no nos damos cuenta de que lo único que consiguen las murallas es proporcionarnos la seguridad y la tranquilidad “de los cuarteles”, o la seguridad y la tranquilidad “del gueto”.

Las iglesias participantes en esa reunión del C.E.M., al intentar excluir a una iglesia minoritaria en España como es la I.E.E., ¿no se están excluyendo a sí mismas de la mayoría de iglesias europeas?

Basta conocer un poco el modo en que las iglesias en Europa vienen trabajando sobre este tema desde hace años, y aún continúan haciéndolo, tanto desde un punto de vista bíblico y teológico, como ético y pastoral, para sumirse en la más profunda de las depresiones.

Sólo quiero poner un ejemplo, pues conozco bien a las iglesias en Italia: el modo de actuar del C.E.M. va en la dirección de excluir de “su” comunión a las iglesias valdenses, metodistas y bautistas en Italia. Un ejemplo cercano en el que podría “haberse mirado”. Lo que le habría permitido vivir la verdadera unidad de las iglesias de Jesús, una unidad que no es uniformidad, sino unidad en la diversidad, lo cual es verdadero testimonio del amor de nuestro Señor.

Es evidente que el modo de actuar del C.E.M. en esa reunión es testimonio de otra cosa.

Por Juan Sánchez en Lupa Protestante

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