domingo, 30 de noviembre de 2014

Reflexión Primer Domingo de Adviento

“¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!” 
(Isaías 63: 16)

“Velen, pues no saben cuándo vendrá el dueño de la casa” (Marcos 13: 33)


 Si revisamos la situación que los Judíos enfrentaron en tiempos de Isaías después de la cruel experiencia del exilio, y los grandes retos que tenían frente a ellos, podemos fácilmente comprender sus sentimientos sobrecogidos. Nosotros, justo ahora en el siglo XXI, no tenemos una vida muy diferente a la relatada por el texto. Así como ellos, tenemos dos opciones: simplemente aceptar con resignación las cosas como son y sobrevivir recordando los buenos tiempos de antaño, o podemos aprovechar este momento como una gran oportunidad para cambiar nuestra realidad y nuestro futuro, en este presente incierto y volátil.

Como comunidad Cristiana, estamos entrando en el tiempo de Adviento, o Pequeña Cuaresma, como solían llamarle nuestro antepasados en la fe. En nuestras manos, tenemos la oportunidad una vez más, de transformarnos al transformar el mundo.

Es muy claro, pienso, que nuestro mundo se encuentra en una desesperada necesidad de transformación mientras somos testigos de la locura que nuestro mundo está experimentando. Guerra en algunos países (Ucrania, etc.); devastaciones en otros lugares (el calentamiento global nos está retando a hacer algo); confrontaciones en muchas ciudades (Ferguson, etc.), la terrible realidad en mi país (México) con miles de desaparecidos entre ellos los 43 estudiantes; crímenes de odio y el Ébola y otras enfermedades que afectan a multitudes.

La realidad de nuestro mundo complejo, puede sobrecoger a cualquiera, pero quiero recordar las palabras de Gerhard Ebeling quien escribió, “lo más real de lo real, no es la realidad misma, sino sus posibilidades”. Y como soñador que soy, y con nuestro bagaje humano y cristiano, debemos enfocar nuestros esfuerzos en las posibilidades que están reclamando nuestro compromiso a la trasformación. Creo firmemente que no todo está perdido.

Dios necesita nuestras manos, nuestros pies, nuestros corazones, nuestras mentes para hacer posible la transformación en este mundo. No es suficiente orar por esto. Hoy más que nunca el Rev. Troy Perry, nuestro fundador, tiene razón cuando dice: “algunas oraciones necesitan de nuestros pies.”

Hoy más que nunca, necesitamos “¡estar alertas!” con nuestros ojos y corazones, atentos al futuro que queremos dejar a las personas que vienen después de nosotros. Debemos ser conscientes del futuro que estamos dejándoles, que está directamente relacionado con nuestras decisiones y nuestras acciones justas. Necesitamos evitar la tentación de vivir en la rutina de nuestras vidas seguras. El Adviento nos llama a arriesgarlo todo.

La principal importancia de este tiempo, pienso que no es la observancia del adviento en sí; la importancia es el significado y la transformación que podemos recibir para nuestros ministerios, para nuestras vidas, para nuestras Iglesias y para nuestras comunidades.

¿Qué tipo de adviento están esperando nuestros hermanos y hermanas? ¿Cómo debemos vivir el tiempo de adviento entre muchos en nuestras sociedades, que no esperan ya nada?

Como cristianos, no solamente nos estamos preparando para celebrar la Temporada Navideña, esa sería una meta muy devastadora en este Primer Domingo de Adviento; nuestro compromiso debería ser esperar y ayudar a establecer el Reino de Dios en este mundo, creando algo completamente diferente a la realidad actual.

Podemos, posiblemente, rechazar el celebrar el Adviento, pero no tenemos permiso de rechazar el extender las manos para ayudar a todas las personas en esta tierra nuestra, de cualquier religión, para trabajar arduamente en traer el advenimiento de un nuevo mundo.

Permítanme concluir mi reflexión sumando mi voz a la de mis hermanos y hermanas de México en su demanda: VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS.

Por el Rev. Obispo Héctor Gutiérrez (Consejo Episcopal de ICM)

No hay comentarios:

Publicar un comentario