miércoles, 4 de febrero de 2015

San Romero de América

Treinta y cinco años ha demorado la jerarquía de Roma para hacer caso a la aclamación del pueblo salvadoreño y latinoamericano de que “San Romero de América” brilla con luz divina para los empobrecidos del Continente y del mundo. Cuánto se han demorado en atender a la voz del pueblo. (Vox Populi Vox Dei) (La voz del pueblo es la voz de Dios).  La noticia que tenía que llegar la recibimos con corazón y esperanza viva, es una resignificación del Amor Eficaz, “dar la vida por el otro”.

En medio de tanta mentira, engaño, injusticia y tanta muerte en el Continente, la persona de Monseñor Oscar Arnulfo Romero marca un hito en el liderazgo y pastoreo por los demás. Fue un hombre cabal, compasivo y misericordioso, anunciador de la Buena Nueva, capaz de asumir el reto de entregar la vida por Amor. El pueblo sencillo no tiene empacho en dudar y proclamar “Santo” al que las balas asesinas le arrebataron la vida, no lograron acallar su palabra que es Evangelio Vivo.

Don Pedro Casaldáliga, también obispo y profeta de nuestra Latinoamérica, escribía a los pocos días del asesinato, una triple  realidad: “Monseñor Romero dijo la verdad, nos defendió a  nosotros los pobres, y por eso lo mataron”, fue de los pocos que reconocieron inmediatamente que Romero era Santo, Profeta, Pastor y Mártir. Un Santo muy nuestro, que caminó en nuestras luchas, que reivindicó nuestra sencillez y condenó a los que nos empobrecían. Su compromiso con el pueblo lo vuelve un santo diferente a los del altar, Romero es un Santo de casa, que se ganó las puertas abiertas al caminar en el codo a codo en el sufrimiento de la gente. Sonaba a blasfemia este anuncio de Monseñor Casaldáliga, llamar Santo, a quien la jerarquía romana veía como un peligro  a los intereses del poder de esa otra iglesia, la que arrastraba la marca de Constantino y el acomodo.

No se quedó en el Salvador, se volvió universal, porque así es el Evangelio, palabra que se encarna en la realidad del pueblo de Dios en un contexto de guerra y de violencia, marcado por el imperialismo y sus titiriteros. Ser considerado Santo es un título reconocido por creyentes y no creyentes, por católicos y evangélicos, por marxistas y luchadores sociales que defienden la vida y la dignidad de los pobres en el caminar paso a paso aportando a la construcción de Otra Sociedad Posible tras las huellas de Romero de América.

Con qué ternura le reza y le pide al Dios de la Vida por intercesión  de este Santo contemporáneo, nuestra gente sencilla. Su martirio y entrega de Amor Eficaz se asimila a la de muchos y muchas lideresas latinoamericanas que siguen rubricando el compromiso por el pueblo. La lista es interminable y Romero tomó la posta de tantos mártires y profetas del pueblo que la jerarquía no quiere reconocer, quizá porque llaman a la conversión, a salir del acomodo y a caminar junto al pueblo. Superar el miedo a la desinstalación es parte de la exigencia de la entrega y compromiso que Romero asumió. El asesinato de su sacerdote y amigo Rutilio fue el punto de inicio para el cambio, si él lo logró por qué  no lo hacemos nosotros. La gente llena de papeles y de placas reconociendo sus favores o milagros. Tanto en vida como desde el cielo sigue estando junto a los que el mismo Jesús de Nazaret optó: los más empobrecidos del sistema.

Roma quiere hacer este reconocimiento ahora, bienvenido, que la palabra encarnada de Romero continua resonando y sigue su ruta en el caminar  de un pueblo que siente la presencia del Dios de la Vida en lo cotidiano. Su reconocimiento es algo que se lo ganó en vida,  hacen falta pastores hoy  con esa entrega amorosa, convencerse que el pueblo, la voz de Dios, se expresa con sonido propio y nada la podrá acallar. San Romero de América, el pueblo sabio sencillo ya te reconoció.

Qué distinto el proceso de otros venerables hombres y mujeres que llegaron a los altares en tiempos record. Romero, aún de muerto seguía siendo considerado como un peligro para el poder establecido y para las mismas jerarquías cristianas y gubernamentales. Romero interpela a todos e invita a la construcción de la verdad colectiva. Sus mismos hermanos de episcopado lo persiguieron y le dieron la espalda, sólo uno, el obispo Rivera quien secundó a Monseñor Romero en pronunciamientos como la carta pastoral a las organizaciones populares. Ellos, lobos vestidos de pastores volvieron a criminalizarlo en la visita del Papa Juan Pablo II en el año 1996, lo acusaron de ser el responsable de 70.000 muertes en el Salvador.

En la visita de Juan Pablo II al Salvador no quiso reconocer la persecución y la muerte sistemática de los militares en contra de la Iglesia de los Pobres y menos del martirio de religiosas, sacerdotes y laicos, más aún, le amonestó diciendo que estaba a un paso de caer en el “comunismo”. Lo mismo ocurrió en la visita a Roma; él volvió triste, se dejó a acompañar en el sentimiento del Padre Arrupe y del Cardenal Pironio, también mal entendidos en sus prácticas y entregas a favor de los excluidos del sistema y de la misma jerarquía.

Ser fiel a Jesús y al Evangelio eran su carta de presentación. La voz de los obispos latinoamericanos reunidos en Medellín y Puebla marcaron la ruta a seguir. El Vaticano II, las encíclicas sociales presentaban a un Dios encarnado en la realidad de los pobres. Allí está el peligro sentido por la jerarquía romana. Vivir el evangelio significa ser coherentes con el llamado de Jesús hasta el punto extremo de entregar la propia vida.

John Sobrino nos hacía caer en cuenta que otra de las dificultades de Roma para reconocer a Monseñor Romero como Santo era que no se podía consagrar a nadie que vaya en contra del poder, aceptar ésta beatificación es aceptar a Romero como un modelo ejemplar de vida cristiana y humana y deslegitimar a los poderosos del Salvador y del Continente entero que siguen persiguiendo a la Iglesia de los pobres.

Monseñor Romero fue asesinado y eso le da el título de Mártir de la fe. Nos viene a la memoria y la tenemos fresca después de 35 años, ¿Dónde están sus asesinos, los autores intelectuales y materiales?, siguen paseando por las calles del imperio estadounidense, protegidos de quien invirtió para negar que la voz de Romero tome vigor. Los culpables siguen campeando en las calles y en los puestos oficiales del mismo gobierno, idolatrando al dios del poder y del dinero que se quiso imponer a sangre y fuego. Continúa el poder ensalzando y encubriendo a los asesinos, victimizando a los victimarios. ¿Roma va a tomar en cuenta esto para este reconocimiento al que el pueblo ya se pronunció? ¿Van a pedir perdón y olvido, como se está acostumbrado con los crímenes de lesa humanidad? Esperamos un pronunciamiento real en contra de los asesinos del pueblo salvadoreño, que después de 35 años, los escuadrones de la muerte siguen persiguiendo y asesinando al pueblo,  no los desmontaron, cambiaron de nombre, al igual que en Nicaragua, Colombia, Chile o Argentina.

“El Buen Pastor da la vida por su pueblo”, así lo hizo, cumplió el mandato evangélico. Su reconocimiento no es sólo en casa propia sino que traspasó el vecindario. Se volvió un santo universal, antes que Roma lo reconociera, dejó a un lado las ortodoxias y exigencias de los hombres que manejan el Vaticano.

En el pensamiento popular, la figura de Monseñor Romero se convirtió en un estandarte para recorrer lo andado. Son huellas de esperanza en que los empobrecidos nos identificamos plenamente. Romero: Camino, Verdad y Vida, como su Maestro, allá es donde tenemos que llegar.

Monseñor nos devuelve lo grandioso del Evangelio: la autenticidad, sencillez con que hay que amar a los demás, el proceso, la organización, los pobres, el barrio, la ternura para actuar, la fidelidad a la causa de la Vida Digna, a la Justicia, la Paz… La Verdad prevalece en este reconocimiento a Monseñor Romero. Si es algo de transparencia con la historia, hay que destapar la podredumbre que se oculta al interior del poder, sea cual fuese. La verdad no se la puede seguir ocultando. Que aparezcan los responsables de nuestros muertos, los autores intelectuales de nuestros desaparecidos, los que propinaron los golpes en las torturas a nuestros líderes, a quienes intencionaron callar la voz de los sencillos.

Monseñor Romero se reencontró con el rostro de Dios, dicho y reconocido por los obispos latinoamericanos en Puebla. Su ser Profeta le dio la autoridad para denunciar la desatención y el abandono a los más necesitados, la cultura hedonista impuesta por el sistema capitalista, el despilfarro de recursos en medio de tanta pobreza, los falsos Epulones, escondidos con fachada en las multinacionales y el capital financiero que llena los bolsillos de los mismos poderosos que lo mandaron matar. En medio de esas contradicciones anti evangélicas anuncio al Dios de la Vida que acompaña a nuestro pueblo en sus luchas. A ese Dios amoroso, tierno y compasivo y que devuelve la voz a aquellos que se les había arrebatado.

Ser coherente, vivir el cristianismo hasta el extremo no es nada fácil, tampoco es imposible. Tomar la vida en serio es asumir los retos contra el sistema. Es Amar de manera Eficaz, asumir la vida del otro como ofrenda de amor a Dios y la comunidad. Ser fiel a estos principios nos vuelve personas creíbles, éticas y cargadas hasta rebosar en una fe en el Dios que nos da la vida. Fieles hasta el final. Hacer las cosas por convencimiento, con entereza. En el Dios de San Romero nos volvemos más humanos y más divinos a la vez, porque recuperamos la dignidad que pretendieron arrebatarnos como hombres y como hijos de Dios que somos. Pasar haciendo el bien, seguir convencidos en la lucha de los pobres es nuestro llamado. Servir a los pobres es reencontrarnos con el rostro de Dios que el sistema nos sigue ocultando.

Bien por este reconocimiento, porque dan la razón a ésta Iglesia de los Pobres que no ha pretendido otra cosa sino vivir a cabalidad la fidelidad al Amor a Dios a través del servicio a los demás. Lo único que hemos pretendido es vivir el Evangelio desde la realidad de nuestro pueblo. Monseñor Romero, Santo, Pastor y Mártir, te aclamamos como el Bienaventurado de nuestros tiempos. No acallaron la voz del Profeta, sigue hablando en nuestro compromiso por la Vida.

La Beatificación de “San Romero”, aunque tarde, llama a la conversión a todos. Invita también a mirar la realidad de nuestros espacios sociales, eclesiales y organizativos. Recordar el martirio de San Romero es no olvidar las víctimas del Continente, las injusticias y atropellos que se siguen cometiendo, el silencio y la complicidad de una jerarquía aliada con el terrorismo estatal. Si levantamos la figura de Monseñor Romero como Mártir, Pastor y Profeta es porque lo aprendido en él es a revertir el rumbo de la historia que se escribe desde los empobrecidos. Reconocer las virtudes de Oscar Arnulfo Romero es devolver las dignidad de las víctimas y de sus familiares. La tarea: debemos continuar.

¡Gloria en San Oscar Romero a los mártires del Continente!
¡Romero Vive, Vive!, ¡La Lucha sigue y sigue!

Por Mauricio en Crónica Liminal

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